lunes, 8 de septiembre de 2008

IMPACTOS SOCIALES DEL MODELO SOJERO

Impactos sociales del modelo sojero

Uruguay: El éxodo de la agricultura familiar

Virginia Matos



La fortísima expansión que ha tenido el área dedicada al cultivo de soja en los últimos años gracias al desembarco en Uruguay de grandes capitales argentinos ha provocado una gran concentración de la producción y consecuentemente el abandono de la agricultura del 47% de los productores familiares uruguayos. El gobierno asegura que los emprendimientos sojeros son un palo en la rueda para los planes de desarrollo agropecuario nacional. Y anuncia que marcará la cancha.
En los últimos 10 años el área dedicada al cultivo de soja en Uruguay se multiplicó por cincuenta. De las 8 mil hectáreas que había en 1999, saltamos a 450 mil, que es la siembra estimada por la Dirección de Estadística Agropecuaria (DIEA) del MGAP para la zafra 2007-2008, lo cual constituiría un nuevo récord nacional. El incremento del área correspondiente a 2005-2006 es el más alto de la última década (MGAP-DIEA, 2006). Los precios de la soja también registraron valores récord en marzo de este año y en 2007 se exportó un 23 por ciento más que en 2006. La expansión de la agricultura de los oleaginosos ha sido el factor principal del gran dinamismo mostrado por el sector agrícola en los últimos años.

Este crecimiento explosivo vino de la mano del paquete tecnológico soja transgénica-siembra directa-glifosato (ver recuadro). El grano comienza a adquirir protagonismo tanto en la región como en Uruguay a partir de los 90, pero su presencia se acentúa en nuestro país durante la presente década. La crisis de 2002 agravó la situación económica de productores agropecuarios uruguayos chicos y medianos que, jaqueados por las deudas, vieron una salida en la venta o el alquiler de sus tierras a argentinos que vinieron a plantar soja. A ellos, el precio de la tierra les resulta muy conveniente, y además tienen la ventaja impositiva de no pagar retenciones a las exportaciones que sí pagan en su país (impuestos que recientemente subieron del 35 al 44 por ciento).

En recientes declaraciones al diario argentino La Nación (1), el ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, Ernesto Agazzi, indicó que “entre un 20 y un 25% de la agricultura total que tenemos (un millón de hectáreas) está hecha por argentinos, y más de la mitad de la soja también. Y es un proceso creciente; hace seis o siete años había productores argentinos muy ocasionales”. La expansión ha sido tal, que, si bien la mayor parte de la siembra se ubica en la zona agrícola tradicional del litoral oeste del país, actualmente la oleaginosa está presente en todos los departamentos, exceptuando Montevideo.

Otro de los factores que explica el boom sojero es la continua y creciente demanda mundial del grano –que últimamente se ha disparado debido al furor de los biocombustibles– y su precio internacional, que, aunque con altibajos, se ha elevado de manera sostenida en los últimos años.

Además de los impactos ambientales advertidos por asistentes técnicos del proyecto Desarrollo del Marco Nacional de Bioseguridad del Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, (véase BRECHA 2/11/07) la explosión sojera ha generado consecuencias sociales de relevancia.

Revolución productiva

El paquete tecnológico sojero ha provocado cambios en las formas de producción tradicionales y en el perfil de los productores. Los docentes del Dpto. de Ciencias Sociales de la Facultad de Agronomía, Pedro Arbeletche y Carolina Carballo sintetizan esta nueva realidad: “entre el 2000 y 2005 se registra la aparición de nuevos agricultores, muchos de ellos con sistemas de producción de tipo ‘pool de siembra’, que ocupan grandes áreas de cultivo y realizan básicamente agricultura continua sin rotación con pasturas, siendo dudosa su sustentabilidad en el tiempo, principalmente de los recursos naturales. Estos nuevos agricultores son productores sin activo fijo, que arriendan la tierra y todas las labores a realizar en el cultivo, siendo simplemente gerenciadores del negocio, con una escasa vinculación con la tierra, a la que explotan durante 4-5 años, para luego migrar hacia otras tierras” (2).

Según la citada investigación “esta expansión productiva se da en una estructura agraria cuyos principales rasgos son de una creciente concentración económica, afectando a miles de productores y principalmente a los más pequeños”, ya que ha producido “el desplazamiento de las producciones tradicionales. La desnacionalización de la producción agrícola y la inclusión de todo un complejo sojero ligado a la oferta monopólica de insumos –sobre todo semillas y maquinarias– y a un paquete tecnológico, impulsado por parte de unas pocas empresas extranjeras, es lo característico”, agrega la investigación.

La concentración de la producción se hace patente al considerar que, según los docentes sólo el 1 por ciento de los productores de soja cultivan el 25 por ciento del área total.
La trascendencia del tema para el país es tal, que el subsecretario del MGAP, Andrés Berterreche dijo a BRECHA que “la realidad de un montón empresas con mucho dinero con muy buenos precios afectan nuestros proyectos y planes de desarrollo. Son actores que entran al juego y tenemos que ver como hacer (para) que todo sea más o menos armónico en función de nuestra idea de desarrollo productivo con justicia social”.

Chicos y medianos excluidos

Según el investigador y politólogo del Centro Latinoamericano de Ecología Social (CLAES), Martín Pardo, el proceso de crecimiento sostenido del PBI agropecuario que se registró entre 1984 y 2004 “se vio afectado por la recesión económica y la crisis que golpeó al país y la región entre 2000 y 2002. Después de esa crisis, se retomó el crecimiento al influjo de un modelo agroexportador, donde se destacan la carne, la lechería, el arroz y los granos. Pero este modelo no contempla a la tradicional agricultura familiar, practicada por pequeños pro¬ductores y que principalmente está orientada al abastecimiento del mercado interno” (3).

El secretario general de la Comisión Nacional de Fomento Rural (CNFR) –organización que nuclea a productores familiares–, Fernando López, confirmó que la expansión sojera ha tenido un gran impacto en este tipo de producción y en las pequeñas y medianas empresas agropecuarias. Los docentes de agronomía lo demuestran con cifras alarmantes: el 47% de los productores familiares agrícola-lecheros han debido abandonar la agricultura.

Además, “en 2005 el 20 por ciento de los productores netamente agrícolas y con mano de obra familiar han abandonado la actividad como agricultores, estimándose que han pasado a constituir la principal oferta de servicio de maquinaria. Son productores que por endeudamiento, problemas financieros, etc, debieron dejar de ser empresarios agrícolas para transformarse en oferentes de servicios, dependiendo gran parte de ellos de los ‘nuevos agricultores’”, dicen Arbeletche y Carballo.

Cabe destacar, que según datos de la Oficina de Programación y Planificación Agropecuaria (OPyPA) del MGAP, citados por Pardo, en el año 2000 el 79 por ciento de los productores uruguayos eran familiares.

En cuanto a los productores medianos, entre 2000 y 2005 un 45 por ciento de los agrícola-ganaderos han abandonado la agricultura como rubro de producción, sostiene el trabajo docente.

Concomitantemente, los productores grandes que ya cultivaban áreas sojeras mayores a mil hectáreas han aumentado aún más su territorio de cultivo. El área promedio por productor pasó de 2770 a 4829 hectáreas con un incremento del 75 por ciento.

López dijo a BRECHA que “en poco tiempo este cultivo fue ocupando la importancia que antes tenían los cultivos de invierno y fue desplazando al trigo, al sorgo y a las cebadas”, especie que ratificó Berterreche. “También se fueron ocupando con soja tierras que antes estaban destinadas a la ganadería. Al alterar el sistema de rotaciones de cultivos con pasturas existente hasta ese momento, se afectó el sector forrajero, con gran impacto en el sector lechero”, relata López.

Pardo recuerda que siendo ministro del MGAP, José Mujica, describió con la claridad que lo caracteriza, que el sector agropecuario tiene “dos patas: una que controla las cosas imprescindibles, desde el punto de vista empresarial (y otra que comprende) a pequeños tamberos, granjeros y pequeños ganaderos. Que hay como 20.000 debajo de la línea de pobreza”. (4)

¿Leche de soja?

El fenómeno sojero en Uruguay no es el resultado de una expansión productiva planificada en función de objetivos de desarrollo económico y social. Según Arbeletche y Carballo es el resultado del avance del capital financiero en la producción agraria. Explican que ese avance se da a través de formas capitalistas de producción asociadas a objetivos económicos cortoplacistas y con lógicas financieras que priorizan la obtención de altas tasas de ganancia sin importar la sustentabilidad en el largo plazo de los recursos.

Ya antes de asumir el actual gobierno, el ahora senador Mujica planteaba que “no sabemos cuánto va a durar la moda de la soja, pero estamos podridos de fenómenos burbuja. Entre la soja y las ovejas (las vacas), me quedo con las últimas. Prefiero el chorrito de leche, porque genera laburo en los pueblos y en las ciudades. Y no quisiera que acá pase lo que pasó en Argentina, que terminaron asesinando a la producción lechera por una cuestión de rentabilidad a corto plazo”. (5)

El sector lechero es precisamente uno de los más afectados. El actual ministro Agazzi dijo a La Nación que mientras cada 1000 hectáreas de tambo hay 20 personas trabajando, cada 1000 hectáreas de soja ese número baja a tres. Un alquiler para tambo se paga de 70 a 90 dólares la hectárea, pero quienes van a sembrar soja pagan arrendamientos de 160/170 dólares, lo cual relega la actividad lechera, explicó. Esto demuestra que no es sencillo detener la avalancha sojera, porque viene con los bolsillos llenos imponiendo precios impensables hasta hace muy poco tiempo.

A pesar de que el gobierno asegura tener una definición política que de prioridad a la agricultura familiar, Berterreche se mostró preocupado por los perjuicios que el avance sojero produce, particularmente en la lechería. “Es el problema más grande porque hoy el trigo, la soja, el maíz vale. Pero quien compra un tambo y lo desarma descapitaliza el país. Nos aflige que por la agricultura se desarme una estructura que estamos tratando de desarrollar en cuencas como Rocha y Durazno. Nos están desarmando las cuencas clásicas sobre ruta 1, por ejemplo. En los últimos años se perdieron 150 mil hectáreas en la zona tradicionalmente lechera”, lamenta.

Pero hace hincapié en el hecho de que la soja no es la mala de la película, o al menos no la única porque “hay un hecho que trasciende el tema de la soja que es el de la globalización y la agricultura empresarial (que incluye ganadería y forestación) que está provocando el desplazamiento de la producción familiar”. Y llama a no demonizarla: “si bien hay un aumento significativo de la plantación de soja, seguimos por debajo de la superficie agrícola total sembrada en la década del 50. Ojo con demonizar algo porque podemos eliminar la plantación de soja y los productores seguir yéndose del campo”.

Marcar la cancha

Según La Nación, entre 2000 y 2006 se vendieron casi 4 millones de hectáreas de tierra en el país, cifra que equivale a una cuarta parte de su superficie agropecuaria. No hay un cálculo exacto sobre cuánto adquirieron los argentinos, ya que hasta el año pasado se podían comprar campos bajo figuras de sociedades anónimas donde se diluía la nacionalidad, pero Agazzi afirmó que en los últimos dos años los argentinos habrían comprado el 20 por ciento de los campos que se vendieron en Colonia.

Reconociendo que “tenemos una crisis de cambio de mano de la propiedad de la tierra”, el jerarca anunció que “el ministerio tiene tierras improductivas desde el punto de vista agropecuario pero muy productivas desde el punto de vista turístico que vamos a pasar al Instituto de Colonización para que se haga lechería”.

De todos modos, facilitar el acceso a la tierra de los lecheros, si bien aparece como prioridad para el gobierno, no ha sido un trámite sencillo. Hace un par de semanas Mujica se quejó de que estuvo tres años en esa lucha, sin conseguir los resultados que hubiese querido. “Tendría que convencer a medio país”, explicó. (6)

Consultado sobre las políticas dirigidas a la producción familiar, Berterreche dijo que “siempre hemos aplicado políticas diferenciales, por ejemplo apoyos financieros. Estamos tratando de desarrollar la forestación en predios de productores familiares para que tengan una base productiva diversificada para que no se los compren las empresas y los tiren para afuera. Eso no significa que no tratemos de hacer políticas para la agricultura empresarial, marcar el terreno”.

Pero ponerle límites al mercado es uno de los temas en discusión. ¿Se debe o se puede regular la producción de soja? Parece no haber consenso a nivel oficial. Por un lado, Mujica plantea que hay que “poner un freno” a las grandes agroinversiones extranjeras en nuestro país, y propuso “hacerles pagar pa' proteger una agricultura familiar y tratar de combinar esos dos mundos”. (7). Y por otro, aunque reconoce que “los productores uruguayos ven que este proceso significa una inseguridad para ellos”, Agazzi dijo a La Nación que no habrá medidas contra la inversión extranjera.

Sobre el particular, Berterreche estima que “no hay una contradicción de visiones”, y considera que “lo que tenemos que analizar son las causas de esto y ver cómo podemos hacer para que no nos afecte en la parte social o económica del país”. Comentó que se está trabajando en ese diagnóstico y que “hay una serie de medidas que no están lo suficientemente maduras para charlarlas a nivel de prensa, pero la idea es marcar la cancha”.

Pero mientras las ideas del gobierno maduran, ya se anuncia el inminente el arribo de una nueva oleada de empresarios agropecuarios argentinos que cruzarán el charco escapando del reciente aumento de las retenciones a las exportaciones del grano. Los pequeños productores siguen demandando al gobierno una definición entre el gran capital extranjero sojero y forestal y la producción familiar nacional.

Notas:

(1) La Nación, 4 de marzo de 2008.

(2) Trabajo de Investigación “Sojización y concentración de la agricultura uruguaya”, Pedro Arbeletche Carolina Carballo Agosto, 2006.

(3) La agricultura familiar en tiempos de monocultivo, Martín Pardo, observatorio en agropecuaria y sustentabilidad, CLAES - D3E, marzo 2007.

(4) Presentación en el 3er Ciclo de Conferencias “Políticas de Estado: El agro en los tiempos que vienen”, 6 de Octubre de 2006.

(5) La República, 10 de marzo de 2004.

(6) La República, 6 de abril de 2008.

(7) La República 22 de marzo de 2008





Suelos castigados



La irrupción sojera en el Cono Sur comprende a la soja transgénica o genéticamente modificada con resistencia al herbicida glifosato, la maquinaria para producir mediante siembra directa y el glifosato. Este paquete tecnológico, provocó el pasaje del tradicional sistema de producción basado en rotaciones de cultivos y pasturas hacia uno basado en secuencias de cultivo de soja bajo siembra directa. Según un documento elaborado por técnicos de la DINAMA, el cambio “puede comprometer seriamente la sostenibilidad del recurso suelo”. (1)



La siembra directa es el sistema de preparación para la siembra en el que el laboreo del suelo para la colocación de las semillas es mínimo, dejándolo intacto desde la cosecha hasta una nueva siembra. Una de sus características principales es la reducción de la erosión y degradación del suelo. Sin embargo, “en el sistema de soja continua, aun con siembra directa, se obtienen estimaciones de erosión mayores a las tolerables”. (2). Ocurre que la biomasa (residuo vegetal) que deja la soja es baja y su calidad la hace poco persistente como cobertura superficial del suelo. De ahí que quede desnudo, sin protección, expuesto a la erosión.



Arbeletche y Carballo observan que existen claras diferencias entre los agricultores viejos y nuevos en cuanto al sistema de rotación de cultivos utilizado. “Los nuevos agricultores basan su explotación en la utilización de la agricultura continua, mientras que los agricultores con tradición agrícola tienen incorporada en aproximadamente el 40-50 por ciento del área la rotación con pasturas permanentes. La agricultura continua, más allá de ciertas prácticas supuestamente conservacionistas como la siembra directa, está ocasionando, un creciente deterioro del suelo sin que se vislumbre una política de planificación o control que pueda revertir la situación”.



A pesar de que Agazzi dijo a La Nación que se está trabajando para limitar el “uso abusivo” de los recursos, Berterreche resta importancia al fenómeno de la degradación de los suelos comentando que “en otras épocas se hicieron otros cultivos con mucha más afectación como la remolacha azucarera. Hay una ley de suelos. Tenemos que ejecutar las leyes que tenemos”. Pero también “hay que empezar a pensar si las leyes sobre el manejo de los recursos naturales son suficientes”, concluyó.



Desde el punto de vista ambiental, otro peligro tiene que ver con el gran uso del glifosato. A pesar que una de las ventajas difundidas por los defensores de los transgénicos es el menor uso de agrotóxicos, el glifosato es por lejos, el herbicida más usado en el país según cifras de importación relevadas por el MGAP. Si bien en un principio se lo clasificó como benigno, recientemente la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU. (EPA) lo reclasificaron como altamente tóxico.



La soja transgénica también conlleva el riesgo de que malezas no deseables se hagan resistentes al herbicida, tal como ha ocurrido en Argentina, Chile y Brasil.





Notas:



(1) Soja transgénica en el Uruguay. Caracterización del cultivo y elementos para una evaluación de riesgos ambientales, Fernanda Pardo y Gonzalo Martínez, setiembre 2006.



(2) Estimación del impacto de la soja sobre erosión y carbono orgánico en los suelos agrícolas del Uruguay, Carlos Clérici, Walter Baethgen, Fernando García Préchac y Mariana Hill, Facultad de Agronomía, UDELAR.

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Wednesday, 12 de January de 2005

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