martes, 13 de enero de 2009

Hacia una racionalidad ambiental

Grandes Plumas
Hacia una racionalidad ambiental
Por Enrique Leff

De la contradicción entre economía y ecología, de ese imposible que sería el “desarrollo sostenible”, surge la inquietud de saber si otra economía es posible, plantea en esta columna exclusiva el mexicano Enrique Leff.



MÉXICO, 12 ene (Tierramérica).- Más allá del rechazo a la mercantilización de la naturaleza, es preciso desconstruir la economía realmente existente y construir otra, fundada en una racionalidad ambiental. ¿Qué significa esto?

La frase parte de una constatación: la causa fundamental de la crisis ambiental, de la degradación ecológica y del calentamiento global, es el proceso económico que actúa como motor generador de entropía, que acelera la muerte del planeta.

Además, no es posible decrecer manteniendo la misma estructura de la economía, que impulsa a ésta a seguir creciendo, incrementando su consumo entrópico de la naturaleza y destruyendo las bases de sustentabilidad de la propia economía y de la vida misma.

Si estas aseveraciones son certeras, surge la pregunta sobre la posibilidad de recomponer la economía agregándole normas ecológicas, innovaciones tecnológicas y contrapesos distributivos. En otras palabras, ¿es posible reequilibrar la economía dentro de la misma racionalidad --teórica e instrumental, económica y jurídica-- que la ha constituido?

De la contradicción entre economía y ecología, de ese imposible que sería el “desarrollo sostenible”, surge la inquietud de saber si otra economía es posible: si es posible crear otra racionalidad productiva, fundada en otros principios productivos y en otros valores sociales.

Desde hace más de tres décadas hemos venido proponiendo una reconstrucción de la economía fundada en el principio de una productividad ecotecnológica sustentable, en una racionalidad productiva asentada en los potenciales de la ecología, la productividad tecnológica y la creatividad cultural.

Esta conjunción de procesos vendría a suplantar a una economía fundada en el capital, el trabajo y la tecnología como factores fundamentales de la producción, que han desconocido la trama ecológica que constituye las condiciones de sustentabilidad de la economía y que han “externalizado” y desvalorizado a la naturaleza, para cosificarla y convertirla en recursos naturales, en materia prima, en objetos de trabajo, en simple materia y energía que alimenta el proceso productivo.

El concepto de entropía procede de la termodinámica: la cantidad de energía libre que se puede transformar en trabajo mecánico disminuye de forma irreversible con el tiempo.

La transición hacia la sustentabilidad implica pasar de una economía entrópica a una economía "neguentrópica", es decir, basada en el principio de la vida: en la capacidad fotosintética del planeta, en la organización ecológica de cada ecosistema y la organización cultural de cada territorio de vida. Ello llevaría a un balance entre entropía y neguentropía en los procesos productivos.

La racionalidad ambiental orienta la construcción de una economía fundada en la fotosíntesis, que transforma la energía solar en biomasa. Pero no es simplemente una economía solar basada en un uso más intensivo de tecnologías y colectores solares.

Se trata de aprovechar el principio de productividad neguentrópica para magnificarlo a través de la organización ecosistémica del planeta, y de orientar las innovaciones hacia tecnologías adaptadas a la conservación productiva y a la oferta ecológica de los ecosistemas.

Pero tampoco sería una economía que hubiera pasado de la eficiencia tecnológica a la ecoeficiencia. No es una economía regida por una racionalidad ecológica, sino por otros principios y valores.

Una economía basada en la productividad ecológica es la del cuidado de la naturaleza, que enlaza a la naturaleza, como fuente de vida y de producción, con una ética y una estética de la naturaleza. Es el paso de una mitificación y adoración de lo natural a una conciencia de nuestra naturaleza humana y una ética de la responsabilidad hacia la vida.

La reconstrucción de la economía es un proceso de resignificación de la vida y de la existencia humana.

La construcción de la sustentabilidad no es pues una simple gestión ecológica de los potenciales productivos naturales. Implica una reapropiación de la naturaleza, y no solo una reapropiación productiva. La creatividad cultural no es apenas la de la eficacia productiva, es la del sentido, los valores asignados a la naturaleza como territorio de vida y como espacio para la recreación de la cultura.

La racionalidad ambiental va más allá de la ecologización del pensamiento y de un conjunto de instrumentos para una eficaz administración del ambiente.

Se trata de una teoría que orienta una praxis a partir de la subversión de los principios que han ordenado y legitimado la racionalidad teórica e instrumental de la modernidad.

Es una racionalidad que integra el pensamiento y los valores, la razón y el sentido, está abierta a la diferencia y a la diversidad, busca desconstruir la lógica unitaria y hegemónica del mercado para construir una economía global, integrada por economías locales basadas en la especificidad de la relación de lo material y lo simbólico, de la cultura y la naturaleza.

* Ambientalista, escritor y ex coordinador de la Red de Formación Ambiental para América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Derechos exclusivos Tierramérica.

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