jueves, 16 de octubre de 2008

16 de octubre: Día Mundial de la Soberanía Alimentaria

El modelo de desarrollo económico promovido desde los centros de poder ya ha mostrado a las claras que lleva al desastre social y ambiental, tanto a nivel local como en el plano global. El cambio climático es el ejemplo más claro en lo ambiental, en tanto que la creciente escasez de alimentos que sufren millones de personas lo demuestra a nivel social.
Las políticas globales no solo no hacen nada para resolver los problemas, sino que los agravan. No por ignorancia, sino por designio. El resultado es la apropiación de más y más recursos por parte de empresas transnacionales cada vez más grandes y poderosas. La semilla, el agua, el suelo, la biodiversidad, pasan a ser propiedad de dichas empresas y las poblaciones locales son despojadas de los recursos que aseguran su sustento. Algunos ejemplos en ese sentido son los siguientes:

  • La agricultura familiar –productora de una amplia variedad de alimentos- es destruida para dar lugar a la producción industrial de un solo producto, usualmente no destinado a la alimentación humana y normalmente para exportación.
  • Enormes áreas de tierras agrícolas y ganaderas son destinadas a la producción de madera para celulosa (eucaliptos, pinos) o de agrocombustibles (maíz, palma aceitera, caña de azúcar, jatrofa).
  • Los manglares -fuente de vida para miles de pobladores locales- son destruidos para dar lugar a la producción industrial de camarones para exportación.
  • El madereo comercial no solo afecta la disponibilidad de alimentos y otros recursos de los que dependen las poblaciones locales, sino que es la punta de lanza para la sustitución del bosque por monocultivos para exportación (soja, palma aceitera, caucho).
  • La explotación petrolera y minera contaminan el agua, el aire y los recursos de los que se alimentan las poblaciones locales (pesca, caza, recolección).
  • Las grandes represas hidroeléctricas expulsan poblaciones enteras y destruyen los recursos alimenticios de los que dependen miles de personas que habitan en el área afectada.

Nada de eso es casual y las decisiones son tomadas con plena conciencia de los impactos que conllevan. Bajo el manto del discurso del “desarrollo sustentable” se lleva a cabo la destrucción a gran escala de la naturaleza y de todos los recursos que hasta entonces aseguraban la soberanía alimentaria de las poblaciones locales.


El divorcio entre las necesidades de las grandes mayorías y las políticas globales es cada vez más profundo. Mientras los pueblos claman por alimentos suficientes en cantidad y adecuados en calidad, los gobiernos abren las puertas a inversiones extranjeras que profundizan el proceso de apropiación y destrucción de los recursos. Como resultado, la población de países ricos en recursos naturales es despojada de sus recursos, se vuelve cada vez más pobre y pasa a sufrir hambre y desnutrición.


Para colmo, hasta los problemas más graves –como por ejemplo el cambio climático- son percibidos desde el poder económico como “oportunidades de negocios” y son tratados como tales. Es así como se ha desarrollado un científicamente absurdo pero económicamente muy redituable “mercado de carbono”, en el que destructivos monocultivos de árboles son publicitados como positivos “sumideros de carbono”, donde se negocia por dólares la conservación o destrucción de bosques, donde se promueven los duramente cuestionados agrocombustibles como la tabla de salvación de la humanidad, donde se vuelve posible lo imposible: que la quema de petróleo se pueda “compensar” y que las personas y empresas puedan volverse “neutras en carbono” mediante un simple pago de dinero a hábiles empresarios del mercado de carbono.


Frente a todo este panorama son muchas las luchas que se levantan buscando alternativas reales para enfrentar la creciente catástrofe social y ambiental que las grandes empresas han impuesto a la humanidad. Muchas de ellas se están unificando bajo la bandera de la soberanía alimentaria, que apela a la sensatez de destinar las tierras a satisfacer las necesidades alimentarias de la gente, que promueve la agricultura familiar y cooperativa como la base de la producción de alimentos, que impulsa un comercio enfocado en lo local, que plantea la conservación de los recursos mediante prácticas agrícolas, ganaderas y forestales adecuadas. Que apela, en definitiva, a la justicia social basada en un uso responsable de la naturaleza.


En este 16 de octubre hacemos entonces un llamado conjunto a tod@s para que esta fecha sirva para unificar aún más luchas para defender y promover la Soberanía Alimentaria de los pueblos.

SOBERANIA ALIMENTARIA vs. AGROCOMBUSTIBLES


Vía Campesina: la soberanía alimentaria como alternativa popular contra la agroindustria destructora
Vía Campesina es un movimiento internacional e intercultural que coordina diferentes organizaciones nacionales y regionales de pequeñ@s agricultor@s, campesin@s, campesin@s sin tierra, trabajador@s agrícolas, pueblos indígenas, pescador@s, inmigrantes y personas que trabajan en actividades artesanales.
Este movimiento autónomo, multicultural, multiétnico y pluralista trabaja básicamente para lograr cambios en la producción agrícola, los hábitos de consumo, el rol de la mujer, la educación, la salud, el medio ambiente, entre otros. Los temas centrales de La Vía Campesina se han enriquecido a través de la visión cósmica de los pueblos indígenas, los cuales preservan la madre tierra contra los desastres naturales, el calentamiento global y la crisis ecológica provocada por el creciente capitalismo desenfrenado.


La organización ha ido introduciendo el concepto de la soberanía alimentaria, a tal punto que ahora es uno de los principales temas de discusión en las políticas agrícolas y alimentarias. La soberanía alimentaria es el derecho de las personas y los gobiernos a elegir la forma en que se producen y consumen los alimentos respetando nuestros medios de subsistencia, así como las políticas que apoyan esta elección.


Sin embargo, la agricultura y la producción de alimentos están dominadas actualmente por empresas transnacionales cuyo modelo de producción industrial busca la total integración vertical y el dominio y el control absolutos sobre los alimentos y la agricultura, desde la semilla hasta el plato, para lograr enormes ganancias. Esta situación explota a los trabajadores, concentra el poder económico y político y destruye las comunidades rurales.
La soberanía alimentaria requiere que los alimentos no sean comercializados como una mera mercancía con el fin de obtener ventajas políticas y económicas, y que la base de la producción de alimentos (la biodiversidad, la tierra y el agua) no sea destruida, degradada, usada o apropiada a expensas de otros pueblos u otras naciones. Una reforma agraria genuina debería garantizar a todos el derecho a trabajar la tierra, y democratizar su propiedad dando prioridad a las formas familiares, sociales y cooperativas de agricultura.


Enfrentados al drama actual del calentamiento global, a menudo se promueven falsas soluciones (como los agrocombustibles producidos a partir de monocultivos, incluidas las plantaciones de árboles), que socavan la soberanía alimentaria.
De hecho, la agricultura industrial es uno de los principales generadores del calentamiento global y el cambio climático, transportando los alimentos por todo el mundo, imponiendo formas industriales de producción (mecanización, intensificación, uso de agroquímicos, monocultivos…), destruyendo la biodiversidad y su capacidad de capturar carbono, convirtiendo la tierra y los bosques en zonas no aptas para la agricultura, transformando la agricultura de productora de energía en consumidora de energía.
El “paquete” del agrocombustible viene envuelto en el modelo agroindustrial impuesto por las empresas transnacionales que ven esto como una oportunidad más para incrementar sus ganancias y su control, mientras destruyen los medios de subsistencia de los campesinos.


Los elementos básicos necesarios en abundancia para producir agrocombustibles a gran escala son la tierra, el agua y el sol. Por este motivo, las empresas se volcaron inmediatamente al hemisferio sur, sobre todo a los países cercanos a los trópicos y a los que tienen abundante tierra. En muchos países, esta expansión del área cultivada por los agrocombustibles ha abarcado zonas dedicadas a cultivos alimenticios y a ganado lechero. La posibilidad de ganar mucho dinero sedujo a los capitales extranjeros, que están comprando tierras y expandiendo los monocultivos a gran escala en los países del Sur (como los “desiertos verdes” de eucaliptos y pinos en Brasil, Uruguay, Ecuador, Chile, Sudáfrica, Suazilandia, Tailandia y otros, y las plantaciones de palma aceitera en Colombia, Camerún, Camboya, Indonesia, Malasia, Papúa Nueva Guinea, etc.), provocando así una gran concentración de la propiedad y un proceso de desnacionalización de la propiedad de la tierra.
En lo relativo al medio ambiente, la forma de producción del monocultivo, basada en agrotóxicos, afecta seriamente al medio ambiente, destruye la biodiversidad existente, afecta la pluviosidad y también agrava el calentamiento climático. Tanto la “primera generación” de agrocombustibles, basada en diferentes formas de azúcares obtenidos de los cultivos, como la “segunda generación”, basada en la celulosa de la madera (incluidos los árboles genéticamente modificados que plantean un riesgo adicional al medio ambiente), aumentan el control corporativo y destruyen la diversidad biológica existente, contribuyendo al desequilibrio y al calentamiento global.
Además de generar mayores problemas para los países productores, la producción industrial de agrocombustibles revivirá los sistemas coloniales de plantación y el trabajo esclavo e incrementará seriamente el uso de agroquímicos, además de contribuir a la deforestación y la destrucción de la diversidad biológica. La producción intensiva de agrocombustibles no resolverá el problema del calentamiento global; tampoco resolverá la crisis del sector agrícola. Una vez más, los impactos se harán sentir sobre todo en los países en desarrollo, ya que los países industrializados no podrán cubrir su propia demanda de agrocombustibles y deberán importar enormes cantidades desde el Sur.


Vía Campesina cree que las soluciones a la crisis actual deben surgir de los actores sociales organizados que están desarrollando modos de producción, comercio y consumo basados en la justicia y la solidaridad y en comunidades saludables. Ninguna solución tecnológica resolverá el actual desastre social y ecológico mundial.
Un conjunto de soluciones verdaderas debería incluir:
La agricultura a pequeña escala, que utiliza mucha mano de obra y muy poca energía, y que puede realmente contribuir a detener y revertir los efectos del cambio climático.
Una verdadera reforma agraria que fortalezca la agricultura en pequeña escala, promueva la producción de alimentos como principal uso de la tierra, y considere los alimentos como un derecho humano básico que no debería tratarse como una mercancía.
La producción local de alimentos que pondrá fin al transporte innecesario de alimentos y garantizará que todo lo que llegue a nuestra mesa sea seguro, fresco y nutritivo.
La modificación de los modelos de producción y consumo que promueven el despilfarro y el consumo innecesario por parte de una fracción minoritaria de la humanidad, mientras que cientos de millones de personas aún sufren hambre y privaciones.
Por consiguiente, Vía Campesina exige:


El desmantelamiento total de las empresas agroindustriales que están robando la tierra de los pequeños productores, produciendo comida chatarra y generando desastres ambientales.
El reemplazo de la agricultura y la ganadería industrializadas por la agricultura sustentable a pequeña escala, apoyada por programas genuinos de reforma agraria.
La prohibición de todas las formas de tecnología –como la manipulación genética- que ponen en peligro los recursos naturales.
La promoción de políticas energéticas sanas y sustentables. Esto supone un menor consumo de energía y la descentralización de la energía, en lugar de promover la producción de agrocombustibles a gran escala, como es el caso actualmente.
La aplicación de políticas agrícolas y comerciales a nivel local, nacional e internacional, que apoyen la agricultura sustentable y el consumo de alimentos locales. Esto incluye la prohibición de las subvenciones que dan lugar a la saturación de los mercados con alimentos a bajo precio.

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Wednesday, 12 de January de 2005

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